miércoles, 13 de junio de 2007

El Cultural, suplemento cultural del diario El Mundo, 24 de mayo 2007.Todavía tú,
María Tena, Anagrama. Barcelona, 2007, 181 páginas, 15 euros.

La primera novela de María Tena (Tenemos que vernos, 2003) supuso el encuentro con una historia narrada con pulcra sencillez, con una voz cálida, rica y profunda, un estilo curtido en el rigor de quien lleva toda su vida entre letras y libros. Casi cuatro años más tarde aparece este enunciado, Todavía tú, expresivo a pesar de la ausencia de signos de exclamación; de paradójico contenido, a pesar del minimalismo de esa frase, que no frena la acción sugerida tras esa rotunda elipsis verbal. Pero sobre todo, de nuevo, un recodo de escritura poética, intimista, de una complejidad sutil, de una sencillez envolvente, de una elegancia sólo alcanzable si sus nutrientes combinan vida, experiencia y literatura. Un relato, en suma, que acude a los vaivenes de la memoria corroborando la fortaleza de la geografía afectiva de la infancia y la adolescencia, de los cimientos que conforman ese paisaje y de las figuras que lo habitaron.
Aquí el protagonista es un hombre maduro, reconocido arquitecto instalado en Boston con su familia, que regresa a Madrid para participar en un congreso, en Toledo, y vigilar un nuevo proyecto en la capital. Tal situación propicia el encuentro, breve y casual, con una joven colega, y lo que no debería ir más allá se empeña en perseguirle desatando la acción de una memoria que él pretendía dormida y anestesiada. Arranca así el proceso que deconstruye la historia que se empeñó en olvidar porque partió su vida en dos realidades bien diferenciadas: la del amor, roto, perdido; y la del rencor encontrado, que precipitó su lucha por alejarse del que fue para conquistar el que llegó a ser; y que, después de treinta años, ve tambalearse, pese al esforzado armazón emocional sobre el que edificó un reconocido prestigio profesional y la aparente estabilidad familiar. 
Es la suya, fue, una historia de miedos y prejuicios, recuperada para mostrar sus cicatrices y devolverla al olvido. Él es su propio narrador y afronta la ofensiva de ese regreso desde la perspectiva del arquitecto que domina el espacio y, sobre él, va reedificando la vida que se quedó atrás, rastreando anécdotas, momentos, imágenes estáticas que van trenzando el relato que leemos. Su técnica consiste en trasladar la experiencia de su oficio al proceso de reconstrucción de un desdibujado paisaje interior; su poética busca discurrir por lo concreto, acentuar el diálogo con las sombras, recrearse en la contención de las formas sencillas. Y su discurso resulta, así, una ejemplar metáfora, todo un ejercicio de arquitectura narrativa volcado en los pasos del hombre que se niega al pasado en defensa de su porvenir. 
Tales paradojas sólo puede sustentarlas un empeño heredero de otros –Luis Cernuda, Mario Benedetti, Yourcenar… y Borges: “somos también lo que no llegamos a ser, lo perdido, lo olvidado”–- , también dados a habitar el olvido y colmarlo de memoria. Aunque la impronta de un estilo propio personaliza esa huella regalando una lectura intensa, ágil y sugerente, signo de una escritura que puede deparar interesantes sorpresas.

Pilar Castro

lunes, 11 de junio de 2007

ABCD, Las artes y las letras. Suplemento cultural, diario ABC. Semana del 9 al 15 de junio de 2007

ABAJO, ARRIBA
Muchas veces en literatura el mayor esfuerzo no se mide en número de páginas, sino en lo contrario. María Tena ha logrado mucho contenido encerrado en un estilo sobrio, tensado al milímetro, donde lo narrativo ha evitado la disgresión innecesaria o el desarrollo de lo implícito. Dice mejor un sentimiento de diferencia de clase el modo como un personaje vive su escasa destreza al comer unos tallarines que mil discursos sobre abismos sociales.
Esa escena es emblemática de lo que Todavía tú exhibe como mejor arma: poder decir mucho a partir de lo que el lector edifica y no necesita que se le desarrolle. Claro que el tema debe a Marsé, como la autora reconoce al final, pero hay que saber decirlo de modo propio. Y María Tena lo ha conseguido. Por eso mismo el único reproche que al libro cabría hacerle es haberse saltado al final su regla de oro, con la explicitud de la escena del reencuentro con Inés, que la historia no necesita. La agnórisis que lo explica todo, con la consiguiente caída del héroe en un destino que se impone fatal, habría ganado a mi juicio si acabara como venía siendo dada a lo largo del libro: implícitamente, sugerida en los miedos del arquitecto o en los atisbos que ofrece la organdad de Marina; en todo caso, asociaciones puestas por el lector que pierden cuando la autora decide ejecutarlas directamente. La novela y la tragedia no exigen el mismo cauce para un mismo resultado. Es una lástima ese quiebro final de la trama y la necesidad de que todo se explique o cumpla. La novela ganaba más siendo abierta, como la vida.
ESCRITORA DE CALIDAD. Además de la sobriedad y su estilo de frase, terso, aparentemente sencillo pero esculpido con mucho trabajo, otra arma que María Tena ha tenido para mostrar que es escritora de calidad ha sido la forma en que ha evitado ciertos peligros proporcionados por la historia: la aventura del hombre mayor con la jovencita en un encuentro fortuito en el hotel durante un congreso era recorrido plagado de curvas peligrosas. María Tena parece saberlo y ha dado de inmediato un giro sobresaliente al libro: no importa tanto la historia actual y la posible anécdota amorosa como el flujo latente que la vida del arquitecto va haciendo emerger a partir de este resorte. Una vida de aspiraciones, logros, renuncias, mideos del protagonista, quien a la altura de su línea de sombra, cuando las frases de una vida han sido ya pronunciadas, quiere recuperar su sintaxis, vivirla de nuevo, comprenderla en todo caso.
La introspección que María Tena logra en su protagonista masculino es de una gran sutileza psicológica. Ni se evitan complejidades machistas en ciertos pensamientos de héroe (p. 56), ni se le reduce a un esquema simple tampoco en ese territorio, ni en el otro, el núcleo principal de su ascenso social. Tiene el personaje todos los repliegues de la complejidad, como los tenía el adolescente que quería salir del hoyo al que su origen y orfandad le habían condenado. Son impagables las dos figuras femeninas de mujeres mayores perdedoras de la vida: la madre, cuyo silencio es un mecanismo que la novela ha convertido en soberbio altavoz, y el de Sara, la viuda que lo inicia en el sexo. La solidaridad última de ambas mujeres en su arrabal vital resulta asimismo excelente.
VERANO NO AZUL. La dimensión de la obra puede llevar a la conclusión engañosa de su facilidad. Por eso destaco que es narrativamente una maquinaria muy eficaz, que maneja con habilidad digna de elogio los distintos planos temporales, ya que la historia avanza y retrocede varias veces, desde la actual madurez del aparente triunfo (con una vida familiar burguesa americana llena de huecos y mentiras), hacia el verano no precisamente azul de la adolescencia, cuando cuajó la determinación del héroe, vinculada a su amor por Inés, de salir del pelotón de los perdedores.
Hay un contexto social de la España del final del franquismo y la transición, hasta la actual, que en la novela se traduce en dos espacios nucleadores, el del pueblecito de la costa del Cantábrico, cerca de los acantilados de Ruiloba, y el Madrid de la nueva arquitectura en la Castellana. Hay una serie de excelentes descripciones de paisaje, y pequeñas anédotas o detalles narrativos, como que Marina no presente al arquitecto a su conocido, en el encuentro en el café, y otros muchos, que van cumpliendo cada uno su lugar con la naturalidad (tan difícil siempre) de las novelas bien escritas.

José María Pozuelo Yvancos
Un arquitecto que ha triunfado en Estados Unidos vuelve a España tras muchos años de ausencia. En un congreso conoce a una joven colega que le hará revivir los veranos de su infancia en el norte. El paisaje de su adolescencia, que creía perdido, sigue ahí como si estuviera esperándole y, con él, su primer amor y todo lo qeu le hizo ser lo que ahora es: varias mujeres y sólo una, muchas vidas distintas y un impulso único se mezclan en esta historia sugerente y luminosa.
Una novela sobre las trampas de la memoria y los paisajes perdidos pero nunca olvidados. Un libro sobre el espacio y la luz de la memoria íntima. Y un final donde el mundo se reconstruye de una manera intensa y sorprendente. Después de su excelente novela Tenemos que vernos, tan bien recibida por la crítica y de la que Luis Lándero escribió: "Está escrita y construida con el difícil arte de la sencillez, llena de gracia y amenidad, a un tiempo emotiva e inteligente", María Tena da un significativo paso adelante con Todavía tú.
El verano se acaba. Una pareja vuelve de vacaciones creyendo que ha recuperado la armonía perdida; una mujer, como las miles que oscilan entre sus deseos de sentirse amadas y el afán de consolidarse profesionalmente hace confidencias a una amiga; dos hijos se debaten en los avatares de la adolescencia; una editorial cambia de dueño...
En esta novela, poblada de personajes en los que muchos lectores podrán reconocerse, María Tena cuenta una historia de amor y desamor. La originalidad de Tenemos que vernos es su tono cercano y ágil, teñido de nostalgia y recuerdos.
La amistad, el trabajo, las relaciones familiares, la pareja, el amor, la culpa, el paso del tiempo fluyen por el libro como agua de un río, siempre dentro del cauce, sin salpicaduras y sin estridencias, atrapando con fuerza al lector para llevarlo sin vacilaciones hacia un sorprendente final.